El modelo C...M software

 

He estado haciendo un balance del desempeño de mi grupo de trabajo y he llegado a la conclusión que hemos crecido. Es un grupo formado para el actual proyecto y está constituído por seis desarrolladores. Ninguno de ellos habían trabajado juntos antes. Todos son muy buenos profesionales y después de cinco meses de trabajo creo que existe la posibilidad de que se conviertan en un equipo. De todos los grupos que me tocó formar parte en casi veinticinco años de trabajo, solo tres terminaron siendo equipos. Es que además de crecer es necesario madurar, es decir crecer hacia dentro, cada uno de los miembros y el grupo en su conjunto. Es una condición que deben cumplir todos los grupos humanos, todas las organizaciones, para alcanzar la madurez.
Mi grupo está atravesando su adolescencia, lo sabe y trata de aprender de cada situación nueva que se presenta en sus tareas diarias. Esto me hace pensar en la posibilidad de que llegue a ser un equipo, un grupo maduro de profesionales maduros.
Recuerdo mi adolescencia con cariño y algo de nostalgia. Esa edad en que se plantean las más diversas situaciones y alternativas, esa edad en que aprendemos a elegir. Recuerdo a algún amigo preocupado por sus granitos en la cara, a otro por su escaza altura para triunfar en el basketball, a alguna amiga por el tamaño reducido de sus lolas y a nuestro equipo de rugby por desplegar las mismas tácticas que los grandes equipos de los años 70. Los años pasaron y todos crecimos. El tiempo pasó y la mayoría también maduraron. Se fueron los granitos, crecieron las lolas y alguien comprendió que para destacarse en un deporte a veces no importan las condiciones naturales. Sin embargo no todos lo lograron, algunos lo hicieron tarde y otros nunca. Nuestro equipo de rugby no entendió que para armar una estrategia y que sus miembros la cumplan en conjunto, hace falta tiempo.
Pienso que las organizaciones jóvenes deben atravesar la etapa de su adolescencia de la misma forma que las personas, además de crecer deben madurar cada uno de sus miembros y el conjunto de ellos. Para esto hace falta un ingrediente indispensable, tiempo. Las organizaciones que no lo tengan en cuenta, solo crecerán y nunca serán un conjunto maduro de profesionales maduros. Por ejemplo, no entenderán la causa de por qué no consiguen desarrollar la forma de trabajo pre definida, minimizarán la capacitación continuada de sus miembros, no lograrán jamás la inducción del espíritu y la esencia de sus procesos de trabajo en sus miembros, ya que para alcanzar todos y cada uno de estos objetivos hace falta además de conocimiento y esfuerzo, tiempo. Si esto ocurre, si se tratan de alcanzar algunos de los objetivos salteando etapas, sin tomarse los días, meses u años necesarios para madurar, les acurrirá lo mismo que a mis amigos rugbiers de la adolescencia, que nunca entendieron la razón de su inalcansada estrategia de juego.
Conclusión: con la única moneda que se puede comprar madurez, es con tiempo.

 

Guillermo Pantaleo, junio de 2004.

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